domingo, 7 de octubre de 2012


El amor a nuestros hijos es  totalmente instintivo y sin condiciones. Es el único amor que es eterno que  dura para siempre. Es un amor  que se encuentra disponible a cualquier hora y en cualquier momento.

El amor a los hijos se da por hecho. A  menudo un amor amortiguado por la rutina, por lo cotidiano, por la vergüenza de expresar los sentimientos.
Los hijos necesitan que los padres le manifiesten su afecto con señales visibles. Para que ellos aprendan  a dar amor también. Reciprocamente  necesitamos compartir un  trato  afable y respetuoso para poder esperar que ellos cumplan con su rol de hijos.

Esto no representa para los padres un signo de debilidad, porque cumplir con el papel de padres afectuosos que expresan su afecto, no incluye dejar de lado su rol, la firmeza de las convicciones ni la disciplina.

Existe una exigencia de rol de madre en esta sociedad, que es necesario cumplir pero en forma para favorecer la salud física y mental de los hijos; y que de ninguna manera representa el ideal de madre, que es algo que no existe. Pero la realidad es un estres. Las madres hoy en día trabajan dentro y fuera de casa, y terminanmos los días cansadas.


La autoridad no significa mandar, es un rol como cualquier otro que quiere decir hacerse cargo de la disciplina y responsable de asegurar el cumplimiento de las reglas.
Cuando las reglas son claras y las cumple también el que imparte la autoridad, es difícil que los hijos las trasgredan.
Es necesario que la madre mantenga a su cargo el timón de la casa, la dirección, la organización;Porque cuando en una sociedad no se cumplen los roles familiares se produce un desequilibrio en el grupo que lleva a los hijos a comportarse en forma errática y antisocial.
Los padres pueden tener un ejército de empleados domesticos  pero su función es intransferible.
Algunas madres se sienten culpables cuando salen a trabajar, como si abandonaran a sus hijos. Pero cuando se toma la decisión de trabajar, se renuncia al ideal de madre que se ha asimilado con la cultura, que no necesariamente es la mejor madre, y se acepta elegir el rol de madre responsable que se atreve a seguir creciendo y mejorando para su propio bien y también el de su familia.
Si no renuncia a ese ideal de madre, sentirá culpa, y esa culpa la transmitirá a sus hijos que vivirán su ausencia como un abandono.

Lo más importante es que siempre manifestemos el amor a nuestros hijos y que fomentemos el amor por la familia y un respeto para los mayores. Así enseñaremos a nuestros pequeños a convivir en nuestra sociedad, como personas de bien.

Mon de Joguera
 

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